La época del terrorismo en el Perú también llamada por el estado como lucha contra el terrorismo, ocurrió entre 1980 y 2000 durante una armada de grupos en el centro y sur del país que intentaba destruir al estado democrático e implementar un estado socialista.
En 1980, el gobierno militar peruano tuvo su primera elección en 11 años. En este caso, Sendero Luminoso fue uno de los pocos grupos políticos de izquierda que se negó a participar en el proceso electoral, pero optó por lanzar una guerra de guerrillas maoísta en el altiplano alrededor de Ayacucho. El 17 de mayo de 1980, en vísperas de las elecciones, quemaron un tanque de petróleo electoral en Chuschi, provincia de Kangalo, y realizaron su primera acción armada. El perpetrador fue rápidamente detenido y se realizó una votación complementaria para reemplazar a los muertos quemados, por lo que no ocurrió ningún incidente mayor durante la elección y la prensa peruana prestó poca atención a este comportamiento.
Fue el presidente Alberto Fujimori quien pudo terminar con la etapa de Sendero Luminoso durante sus dos mandatos (1990 a 2000), fue capaz de capturar a la cabeza y a la mayoría de las cabecillas de este movimiento dejándolo totalmente desorganizado. En la actualidad, este movimiento sigue inactivo y sólo en algunas regiones del Amazonas sigue existiendo la ley del neo-terrorismo que está vinculado con el tráfico de drogas. Por suerte, persiste lejos de las zonas más habitadas y de las regiones turísticas.
En el Perú el terrorismo no sólo está tipificado como delito de traición a la patria, sino que, además, dichos actos constituyen violaciones contra los Derechos humanos a la mayor parte de los peruanos. Las transgresiones a los Derechos humanos perpetrados por los terroristas también transgreden los límites nacionales infiltrándose en otros Estados, desprestigiando la imagen externa del país.
El problema del terrorismo en el Perú aún constituye una cuestión de seguridad interna que no ha sido solucionado y que, si se presentan las condiciones favorables pueden volver a poner en peligro su estabilidad social, política y económica. La miseria, la falta de educación, la ausencia de salud, la censura y la ignorancia son situaciones que desfavorecen mucho al país. Estas condiciones impedirían a las personas que disfruten de un mínimo bienestar y no se les permite vivir como seres humanos ni desarrollar su personalidad. La democracia enfrenta en estas condiciones uno de sus peores enemigos ya que, sin educación, sin posibilidad de progreso, sin bienestar, sin igualdad de oportunidades, los Derechos Humanos no quedan promovidos ni asegurados, sino bloqueados en su verdadero goce.


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