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Su gran labor debe ser reconocida

Foto del escritor: Enfoque PerúEnfoque Perú

ESPECIALISTAS QUE SANAN HERIDAS

Un grupo de especialistas recorren los ríos de la Amazonia llevando atención psicológica a los habitantes de las comunidades más alejadas de Loreto donde la violencia intrafamiliar es un grave problema al que nadie parece estar prestándole atención.

Foto: Óscar Miranda


ENFOQUE PERÚ Callao, 11 de diciembre del 2021

-Miguel Orellano Actualizado el 11/12/21 8:30 p.m.

-Claudia Renteria

-Gian Flavio Vicente


La psicóloga Annie Palacios de 29 años de edad, recuerda el caso de aquella mujer golpeada desde muy niña por un padre alcohólico, entregada a los 15 años a un hombre mucho mayor que la masacraba cada vez que quería y que la embarazó una y otra vez. Recuerda que le contó de la vez que, en una inundación, embarazada de ocho meses, tuvo que meterse al agua durante tres días para proteger su casa y que en cierto momento vio una mancha de sangre a su alrededor y se dio cuenta de qué estaba sufriendo un aborto.


La mujer le dijo que esperó horas a que su marido llegara, sintiéndose morir y que una vez en el hospital perdió la conciencia y que la recuperó tres días después, cuando su bebé ya había sido enterrado. Le contó que estaba sola y que el vigilante no la dejó irse porque tenía que firmar unos papeles y ella no sabía escribir y qué pasó 20 horas sentadas en la puerta del hospital hasta que alguien se apiadó de ella y le ayudó a salir.


Annie dice que esa mujer le contó muchas otras cosas más casi todas terribles. Cuando, hacia el final de la sesión, la Psicóloga le preguntó si le había contado todo eso a alguien, ella dijo que no. Que en su entorno eso era más o menos normal y que sus hermanas y vecinas habían pasado situaciones parecidas. La vida en estas comunidades puede ser un infierno sobre todo para los niños y las mujeres.


Cada vez que Annie, Luna y sus colegas Juan Pacahuala (40), Solange Álvarez (30) y Bianca Viacava (24) llegan a estas comunidades se encuentran con historias cada una más terrible y dolorosa que la anterior. Historias de ciudadanos que viven en la precariedad, muchos sin servicios básicos, muchos desconectados de la sociedad que a esta situación difícil le añaden un problema tan grave como frecuente: la violencia.


Allí donde ningún servicio de salud mental ha llegado antes, estos especialistas psicólogos y psicólogas llegan, navegando los ríos para escuchar con atención, prestar apoyo y brindar consuelo.

Foto: Óscar Miranda


Batallando contra la Violencia

La Alianza por la Amazonía frente al COVID-19 es un proyecto que iniciaron CEDRO y USAID con el fin de mitigar los impactos sociales y económicos causados por la pandemia en las comunidades indígenas de la Amazonía. Desde el año pasado vienen prestando atenciones en salud mental y talleres de educación financiera a poblaciones de Junín, Pasco, Ucayali y Huánuco.


En abril de este año se aliaron con el Programa Médico Esperanza Amazónica del Perú, que desde hace 16 años viene navegando los ríos de Loreto brindando servicios de salud a las comunidades de esa región. El acuerdo significó incorporar en sus viajes a un equipo de psicólogos que se ocupara de la salud mental de los pacientes.


Lo que los especialistas encontraron en sus primeros viajes fueron problemáticas que se repetían en cada comunidad.

La principal fue la violencia en las familias, que es intergeneracional porque empieza con los padres que golpean a sus hijos y sigue con estos golpeando a sus parejas y a sus propios hijos y se repite generación tras generación, así lo mencionó Luna Dannon.


También vieron un alto índice de embarazos adolescentes y de relaciones de pareja con grandes diferencias de edad. Un alto consumo de alcohol, que no es la causa principal de la violencia, pero que la exacerba, bajísimos niveles educativos y puestos de salud en estado calamitoso.


Es verdad que esta violencia se da en otras partes del país, aclaró Luna, pero la diferencia es que esta es una población vulnerable. Estas mujeres están en zonas a las que solo se puede llegar por río, y sin dinero no tienen cómo escapar. Muchas no tienen acceso a teléfono ni a Internet y no tienen información de las instituciones que las pueden ayudar en caso de violencia.


En el ámbito de salud mental, estas comunidades están abandonadas, mencionó por su parte, Solange Álvarez. Muchas veces vienen a consulta médica por dolores de cabeza y cuando los mandan con nosotros, salen las historias de violencia familiar, que causa cuadros de ansiedad, estrés y a veces depresión.


Cuando, hace unos días, psicólogos recorrieron por las comunidades de Ramón Castilla y Vista Alegre, en el Bajo Ucayali, donde comprobaron las condiciones de pobreza y abandono en las que viven: adolescentes cargando a sus hijos, algunos hombres ebrios por las calles, sin puestos de salud, en uno de los casos sin colegio.


Juan Pacahuala, hace notar que estas condiciones difíciles se agravaron con la pandemia: la pérdida de ingresos que les causó no poder vender sus productos en la ciudad de Nauta y cerrarse para protegerse del contagio les ocasionó, a su vez, estrés y, muchas veces, ansiedad.


Todos los testimonios coinciden, sin embargo, aquí el problema más grave es el de la violencia cotidiana en la que viven niños, niñas y mujeres, que existía antes del COVID-19 y que seguirá existiendo cuando este se haya ido.



























Fuente: Elaboración propia


¿Qué es lo que se debe hacer?

En primer lugar, el hecho de escucharlos ya es terapéutico mencionó Luna. Nunca han tenido a nadie que escuche lo que sienten. Y luego está el identificar con ellos los recursos individuales, las redes de apoyo que tienen para salir adelante.


Solange cuenta que para intentar romper el círculo de violencia están dando charlas a los padres sobre crianza respetuosa. Y están capacitando a los líderes de las comunidades para que presten contención emocional a sus pobladores.


Sin embargo, el trabajo de los psicólogos de la Alianza por la Amazonía frente al COVID tiene sus límites, ellos no pueden tramitar denuncias de violencia ni mucho menos detener a los perpetradores.

Tampoco está en sus manos mejorar los servicios de salud y educación. Pero, hasta que el Estado se haga cargo, ellos seguirán prestando un valioso apoyo a los peruanos que necesitan sanar sus heridas.

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